UN ESCOMBRO TENAZ:
ÁNGEL GONZÁLEZ RESISTIENDO A SU RUINA.
.....(Breve nota biográfica)
III . Como después de un viaje.
... ...(La música en el verso)
IV. Las anchas baldosas de mi alcoba.
......(Breve nota biográfica)
Toda la juventud y la infancia del poeta transcurrieron en Oviedo, donde vio la luz en el año 1925. Su niñez estuvo claramente marcada por la muerte, pues queda huérfano de padre con sólo dos años, en 1927, y uno de sus hermanos será asesinado durante la Guerra civil. Si es evidente la huella que dejará en su vida dicha contienda, no será menor la dejada por la revolución asturiana de 1934.
Durante 1937, cuando la guerra prácticamente ha terminado en Oviedo, el joven Ángel González retoma sus estudios de bachillerato, que le abrirán las puertas para la gran cantidad de opciones académico-laborales que manejará en el futuro. Cuando concluye estos primeros estudios, en 1944, sufre una grave tuberculosis pulmonar que lo obligará durante tres años a guardar un exhaustivo reposo. Se produce entonces su primer contacto serio con la poesía, y especialmente con la de la “Generación del veintisiete” y Juan Ramón Jiménez, en una cama del pueblo leonés donde su hermana - al igual que hizo su padre y que él mismo hará por un breve período de tiempo – ejercía de maestra. Comienza también sus estudios de Derecho, obteniendo la licenciatura por la Universidad de Oviedo en 1949. Ejerció como crítico musical -factor que sin duda afectará a su producción poética- en un periódico, lo que le empuja a sacarse el carnet de periodista en 1951 en Madrid. Sin embargo, prepara unas oposiciones de la Administración, y tras ejercer poco tiempo en Sevilla, solicita la excedencia para marchar en 1954 a Barcelona a trabajar como corrector de estilo en diversas editoriales. Volverá al Ministerio hasta 1972, donde comienza su vida como profesor, que se prolongará veinte años en Estados Unidos y México.
Solamente se decide a publicar los textos escritos tras la insistencia de su amigo Carlos Bousoño y las palabras de aliento de Vicente Aleixandre. Con su primer libro, Áspero mundo, consigue un accésit del Premio Adonais en 1955. En su haber, el Premio Antonio Machado, que le fue otorgado en 1961, el Príncipe de Asturias de las Letras, el año 1985. Igualmente, en 1991, consigue el Premio internacional Salerno de poesía, y en el año 2004 recibe el Federico García Lorca. Ocupó un sillón en la Real Academia de la Lengua española, y ha vivido los últimos años de su vida en Alburquerque, Nuevo México.
Sus poemarios:
- Áspero Mundo, Adonais, 1956.
- Sin esperanza, con convencimiento, 1961.
- Grado elemental, 1962.
- Palabra sobre palabra, 1965.
- Tratado de urbanismo, 1967.
- Breves acotaciones para una biografía, 1969.
- Procedimientos narrativos, 1972
- Muestra de algunos procedimientos narrativos […] , 1976.
- Muestra corregida y aumentada de algunos procedimientos […] , 1977.
- Prosemas o menos, 1985.
- Deixis en fantasma, 1992.
- Otoños y otras luces, 2001.
- Nada grave, 2008 (póstumo).
Posee también excelentes estudios sobre Antonio Machado, algunos de los integrantes del 27, Juan Ramón Jiménez y Gabriel Celaya, entre otros.
.......(Buscando una poética)
// En vista de tanta imprecisión y tanto enigma, no es extraño que una ingenua muchacha (supongo) de ojos azules (eso seguro) le plantease a Gustavo Adolfo Bécquer la famosa pregunta: “¿qué es poesía?”. Los poetas lo suelen tener más claro que los lexicógrafos y Bécquer no vaciló en pronunciar su categórica y no menos famosa respuesta: “poesía eres tú” […].
Comparto sin reservas el pensamiento de Machado. También yo entiendo la poesía como un intento de salvar, por medio de la palabra, algo de lo que el tiempo destruye […]
Para mí la poesía no es oscuridad, sino lo contrario: claridad, significación potenciada. La palabra connotativa no es unívoca, sugiere más de una idea, pero el halo de imágenes que irradia no oculta la realidad que denota. Es por ello aún más rica, más expresiva y más misteriosa que los símbolos y las metáforas, en los que el plano figurado se afirma con descaro y diluye, a veces hasta anularlo, el plano real. //
Están sentadas las bases de lo que es la concepción estética en toda la producción de Ángel González. Se acerca a la idea machadiana de poesía como palabra en el tiempo, como búsqueda de una realidad que trascienda más allá de un “aquí” y “ahora”.
Si no es capaz de definir poesía, al menos tiene claro lo que no lo es. El plano real tiene que prevalecer siempre al plano figurado, que es un mero soporte para hacer trascender al primero. Pero este pequeño ensayo está firmado muy recientemente, en Alburquerque el año 2002. Por lo tanto, podría pensarse –y el mismo autor lo contempla y hace hincapié en ello desde el título- que es fácil hablar con tanta perspectiva porque eso sólo requiere justificar la concepción de poesía sobre la que se ha basado toda su producción. Para evitarlo, habrá que ver qué dice el poeta en sus textos, buscar una poética en alguno de sus libros antiguos. Efectivamente, en Muestra corregida y aumentada de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan, en “metapoesía”, aparecen reflejadas, de un modo muy humorístico, cuatro maneras de entender la palabra poética. Se reproducen a continuación. El primero lleva por título “Poética a la que intento a veces aplicarme”:
Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente, los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira
-adormecido el viento,
la luz alta-
o ve su propio rostro
o –transparencia pura, hondo
fracaso- no ve nada.
Pero contrarios totalmente al modo de entender la poesía de Ángel González son los preceptos que plantea en “Orden. (Poética a la que otros se aplican)”:
Los poetas prudentes,
como las vírgenes –cuando las había-,
no deben separar los ojos
del firmamento.
¡ Oh, tú, extranjero osado
que miras a los hombres:
contempla las estrellas!
(El tiempo, no la historia)
Evita
la claridad obscena.
(cave canem.)
Y edifica el misterio.
Sé puro:
no nombres, no ilumines.
Que tu palabra oscura se derrame en la noche
sombría y sin sentido
lo mismo que el momento de tu vida.
Mediante la ironía ridiculiza ese modo de ver la palabra poética totalmente alejada de la realidad, como un fin en sí misma. Esa palabra propia de Mallarme tan ajena y alejada del componente real: “evita / la claridad obscena / y edifica el misterio/ “. Para la tan polémicamente llamada poesía de la experiencia, todo oscurantismo, todo venecianismo, toda ausencia de referente histórico va en detrimento de la posible utilidad de la poesía: “que tu palabra oscura se derrame en la noche/ sombría y sin sentido/ lo mismo que el momento de tu vida”.
Acerca de la imposibilidad de definir objetivamente a la poesía – que aparecía en un fragmento recogido anteriormente de Hace falta estar ciego (op. cit.), la cuarta poética bromea parodiando el famoso poema del sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Su nombre “Poética nº 4”:
Poesía eres tú,
dijo un poeta
-y esa vez era cierto-
mirando al Diccionario de la Lengua.
Por tanto, todo lo recogido en el artículo “Sobre la poesía, un alegato”, preparado en 2003, está plenamente justificado en los poemas aquí señalados, que vieron la luz en 1977.
Sirvan estas notas para completar el apartado donde se planteaba la militancia o no de los poetas del cincuenta en la llamada poesía social, tal como se entiende al hablar de Blas de Otero, Gabriel Celaya, etc.
........(La música en el verso)
Los pianos golpean con sus colas
enjambres de violines y de violas.
Es el vals de las solas
y solteras,
el vals de las muchachas casaderas,
que arrebata por rachas
su corazón raído de muchachas.
A dónde llevará esa leve brisa,
a qué jardín con luna esa sumisa
corriente
que gira de repente
desatando en sus vueltas
doradas cabelleras, ahora sueltas,
borrosas, imprecisas
en el río de música y metralla
que es un vals cuando estalla
sus trompetas.
Todavía inquietas,
vuelan las flautas hacia el cordelaje
de las arpas ancladas en la orilla
donde los violoncelos se han dormido.
Los oboes apagan el paisaje.
Las muchachas se apean de sus sillas,
se arreglan el vestido
con manos presurosas y sencillas,
y van a los lavabos, como después de un viaje.
(“Vals de atardecer”; Tratado de urbanismo)
Hubo un tiempo en el que Ángel González se dedicó a ejercer como crítico musical en diversos periódicos, razón suficiente para que se animara a sacarse la licencia de periodista en 1951. Sin embargo, no se puede decir que este trabajo tuviera un gran peso en la vida del asturiano debido a su escasa duración. Lo que sí va a acompañarlo durante toda su producción va a ser el deleite por la música. En el poema anterior ha utilizado algunos recursos retóricos de carácter fónico para asemejar esos versos con el vals al que remiten. El ritmo viene dado, por ejemplo, en una gran medida –sobre todo en la primera estrofa- por una acumulación del sonido alveolar fricativo oral, que crea una cadencia irremediablemente relacionada con el susurro musical. La aliteración de /s/, por lo tanto, va a otorgar al poema unidad, los versos van a ir fluyendo como un leve silbido, pero la velocidad descansa en otro truco retórico que el autor de Tratado de urbanismo va a controlar igualmente con una gran maestría: el cambio de ritmo mediante la rima y el verso quebrado. Un ejemplo, los dos primeros versos, endecasílabos, riman en consonante -olas (colas / violas). A continuación, lo que la vista aprecia es un heptasílabo seguido de un tetrasílabo, pero el oído capta, evidentemente, un endecasílabo. Lo que ocurre es que ambos tienen rima, y como el heptasílabo coincide con los dos primeros versos en la rima consonante –olas (solas), y el tetrasílabo –eras (solteras) con la rima del siguiente endecasílabo –eras (casaderas), se crea una ruptura que de repente relanza la velocidad del poema, que vuelve a su ritmo primero posteriormente con la acumulación de otros dos grupos de endecasílabos que riman dos y dos, hasta que de nuevo el autor vuelve a la locura del vals con su ritmo roto: corriente / que gira de repente/ …
Ya desde el título se marca de algún modo lo que va a ser el poema: un continuo y premeditado cambio de ritmo, más propio de una viola o de un oboe que de un grupo de significantes que dejan de ser únicamente el referente fonético de diversos significados para pasar a acompasarse, a constituirse como música.
Los siglos han puesto de manifiesto la estrecha relación entre música y literatura. La familia Machado –por ejemplo- y el flamenco, los proyectos comunes de Manuel de Falla y Federico García Lorca, etc. Ya en el Siglo de oro Fray Luís de León decía a su amigo Salinas que el aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usada/ … cuando suena la música estremada, / por vuestra sabia mano gobernada./… ,aliterando el sonido /s/, utilizando la lira como estrofa ( fue Garcilaso de la Vega en la “Oda a la flor de Gnido” el primero que utilizó esta composición, llamada así por la aparición del instrumento de igual nombre en el poema) y acudiendo al tópico de la “tekné” para hablar del gobierno sobre la música, que remite directamente al “cuadrivium” renacentista. (Fray Luís de León, Poesía, ed. Juan Fco Alcina, Cátedra, Madrid, 1994).
Pero Ángel González siempre va a ser fiel a su tiempo. Además de la evidente afición del poeta nacido en Oviedo en 1925 por el vals, no hay que perder de vista otro estilo – también de ritmos cortados que se entrelazan- que, al igual que el psicoanálisis para el estudio de la mente o la teoría de la relatividad en las ciencias, supuso una renovación radical en el seno de la música : el Jazz. Por eso, el poema titulado “la trompeta”, incluido también en Tratado de urbanismo, lleva por subtítulo “Louis Armstrong”, y dice:
¡Qué hermoso era el sonido de la trompeta
cuando el músico contuvo el aliento
y el aire de todo el Universo
entró por aquel tubo ya libre
de obstáculos!
Qué bello resultaba el estremecimiento
producido por el rece
de los huracanes contra el metal,
de los cálidos
vientos del Sur, y luego del helado
austral, que dio la vuelta al mundo […]
Pero escuchad,
escuchad todavía
el ramalazo,
la poderosa ráfaga
que trae gotas de azul
y deja
sobre la piel
la húmeda caricia del salitre.
Un grito agudo interrumpió la melodía.
El artista, extrañado,
agitó su instrumento,
y cayó al suelo, yerta, rota,
una brillante y negra golondrina.
Tanto este poema como “vals de atardecer”, forman parte de Tratado de Urbanismo, y más concretamente de una parte de este libro que lleva por título “Intermedio de sonetos, canciones y otras músicas “. Además, igual de significativos resultan los nombres de otros poemas de esta parte como “Canción para cantar una canción”, o “Canción de invierno y de verano”.
En su siguiente libro, Procedimientos narrativos, un nuevo poema, muy parecido en la forma y en el fondo a “Vals de atardecer”, titulado “Quinteto enterramiento para cuerda en cementerio y piano rural” : […] Pianista enlutado / que demoras los dedos/ en una frase grave, lenta, honda: / todos / te acompañamos en el sentimiento.
Hay que buscar en Muestra corregida y aumentada… (op. cit) para seguir encontrando poemas estrechamente ligados con la música, la mayoría de ellos desde el título. “Sonata para violín solo”, que lleva por subtítulo “Juan Sebastián Bach”, da buena cuenta de ello, al igual que “Oda a la noche o letra para tango” o “Reverbera la música en los muros”, que, aunque no está recogido en la edición del autor realizada para Cátedra (op. cit.), si lo está en la de Visor prologada por Luis García Montero.
En Deixis en fantasma puede leerse “Canción triste de amigo”, pero más acertado sería situar este poema en la línea –por ejemplo- de la tradición galaico-portuguesa, al igual que “Canción de amiga”, perteneciente a Otoños y otras luces.
El violín aparece en gran variedad de poemas cuya temática para nada es musical, pero es utilizado como una imagen recurrente, al igual que otros instrumentos, o que incluso un gallo cantando al alba. Por ejemplo, en Sin esperanza, con convencimiento, en el poema “Otro tiempo vendrá distinto a este…”: violines estirándose indolentes/ en una noche densa de perfumes…/ , o en Otoños y otras luces, “Dos veces la misma melodía” : la refrena / y tú no lo creías / con firmeza un violín… / , etcétera, etcétera.
Por tanto, parecen muestras suficientes como para apuntar – sin entrar excesivamente en profundidad- la continua presencia de elementos relacionados con la música en la producción poética de Ángel González. Esta recurrencia temática y retórica –en algunos casos-, toma cuerpo seriamente en Tratado de urbanismo, y ya nunca va a desaparecer de los libros sucesivos.
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IV. Las anchas baldosas de mi alcoba.
.......(Poesía de la experiencia)
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Cuando estoy en Madrid,
las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches.
La luz no las anima a salir de sus escondrijos,
y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio,
lugar hacia el que –por oscuras razones-
se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la
[república,
y yo me pregunto:
¿en qué país se creerán que viven?;
estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta es que yo me emborrache
y baile tangos hasta la madrugada,
para así practicar sin riesgo alguno
su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas
por las anchas baldosas de mi alcoba […]
Ya de regreso a casa
cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se
[evaden
con torpeza y con miedo
hacia las grietas sombrías donde moran,
les deseo buenas noches a destiempo
-pero de corazón, sinceramente- ,
reconociendo en mí su incertidumbre,
su inoportunidad,
su fotofobia,
y otras muchas tendencias y actitudes
que –lamento decirlo-hablan poco en favor de esos ortópteros.
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Pocos temas resultan tan espinosos como la polémica –desde su nombre- “poesía de la experiencia”. Inextinguible para unos, más que agotada para otros, no pasa desapercibida a nadie. Como ya se ha dicho anteriormente, con la llegada al panorama poético de Carnero, Gimferrer, y demás poetas incluidos en los años setenta por José María Castellet en Nueve novísimos poetas españoles, toda la poesía con un componente histórico que tome como punto de partida elementos cotidianos para –a partir de ahí- intentar alcanzar lo verdaderamente trascendente (palabra en el tiempo), va a ser desechada sin mayores contemplaciones. Sin embargo, en la actualidad no son pocos los nombres que trabajan partiendo de una concepción similar a la que Ángel González, Gil de Biedma o Claudio Rodríguez tienen sobre la palabra poética. Por ejemplo: Luis Muñoz, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes, Vicente Gallego, Juaristi, Luis García Montero (junto a los autores de “la otra sentimentalidad”, Álvaro Salvador y Javier Egea), Carlos Marzal, etc.
La “memoria” del foro “La experiencia de la poesía” realizado en la Universidad Complutense de Madrid durante el curso escolar 2003-2004 , en su edición digital recoge el siguiente testimonio del novelista y poeta Benjamín Prado:
// La poesía de la experiencia es una poesía que debe servir para esclarecer misterios, para resolver secretos y para dar explicaciones a las cosas, no para confundir al lector, hacerle notar la distancia intelectual entre él y el poeta. Todo esto se consigue a través de la explicación intelectual de la experiencia. […] Pienso en el aforismo del poeta Wallace Stevens que decía, a la hora de hablar de la realidad: “la realidad sólo es la base…”, luego ponía puntos suspensivos y decía: “pero es la base”. Yo creo lo mismo que Wallace Stevens. //
Se deduce de estas palabras que la única manera de reducir el máximo posible la distancia intelectual existente entre poeta y lector es dando una explicación intelectual de la experiencia. Una de las citas que más suele sacarse a colación para buscar un referente a este modo de entender la poesía es de Antonio Machado. Para ser más exactos, de su apócrifo Juan de Mairena:
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// -Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.”
El alumno escribe lo que se le dicta.
-Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “lo que pasa en la calle.”
Mairena.- No está mal. //
Pero esto no quiere decir que haya una despreocupación por la palabra poética –al menos en Ángel González-, sino más bien todo lo contrario. Hay un control exhaustivo -no llega a los extremos de Valente o de parte de la producción de Caballero Bonald- para encontrar la palabra exacta, y así puede apreciarse en un gran número de poemas. En “Nada es lo mismo”, de Grado elemental, se lee, aunque está claro que con una doble intención: habrá palabras nuevas para la nueva historia / y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.
Todo poeta se adscribe a una tradición literaria. La poesía de la experiencia empieza a fluir ya en el siglo diecinueve con el Romanticismo, sobre todo con Bécquer. En el siglo veinte, figuras como Machado o Luis Cernuda son imprescindibles. Con esta perspectiva, no es extraño que en los años cincuenta poetas como Jaime Gil de Biedma o el mismo Ángel González se sumen a esta tradición, así como más tarde lo harán los poetas de "La otra sentimentalidad". Comenta el asturiano en “Sobre la poesía: un alegato” (Hace falta estar ciego) acerca de la tradición:
// La intención de hacer arte con palabras diferencia la palabra poética de la palabra común y comunicativa. Algunos poetas hacen muy ostensible esa intención, y el resultado es un lenguaje artificioso que […] corre el riesgo de petrificarse en retórica alambicada, inexpresiva y aburrida. Los románticos ingleses advirtieron pronto ese riesgo, y trataron de elaborar el lenguaje poético a partir no del modelo de la lengua escrita, sino de la lengua hablada. Aparece así la poesía que Bécquer defendía en un prólogo que también era un alegato. […]
Pero los que siguieron su ejemplo y trataron de hacer una poesía “natural” y “desnuda de artificio”, se cuentan entre quienes escribieron los mejores versos en la España del siglo XX: Antonio Machado, el Juan Ramón Jiménez de la “poesía desnuda”, Luís Cernuda, Jaime Gil de Biedma… //
Ángel González, sin nombrarse en ningún momento, sitúa su producción en esta línea que, por otra parte, está bastante clara.
Luís García Montero escribe en el prólogo a 101+19= 120 poemas que en los libros del asturiano se pueden encontrar las características fundamentales señaladas por la crítica para el grupo literario del 50:
// … verso de experiencia, vocabulario riguroso encuadrado en un tono de conversación, interés moral en el personaje protagonista de los poemas y toma de conciencia estética de una geografía urbana, sin duda el telón de fondo imprescindible para las situaciones y los sentimientos elaborados en los poemas […]
Como lector de Ángel González he apreciado siempre un comportamiento en sus poemas, una disciplina apoyada en las posibilidades de cinco características concretas: el protagonismo de un personaje moral cómplice y tierno, la libertad imaginativa, el uso multiforme de la ironía, la preocupación por la entidad y las situaciones históricas de la poesía y un sedimento de paciente vitalismo que, por debajo de la desolación, acaba valorando el tiempo y la literatura en su curso más positivo. //
La importancia de estas palabras del poeta granadino radica en la apreciación de un cierto sedimento de paciente vitalismo en los textos. En Áspero mundo tal vez se muestre de manera menos clara y el poeta oscile más cerca del existencialismo que de cualquier posibilidad de cambio. Pero con los años irá variando su punto de vista y, por medio de la ironía en muchas ocasiones, vaticina una más que posible y necesaria reestructuración de los diferentes niveles de relaciones sociales en España. Un poema significativo desde el título es “Entreacto”, de Sin esperanza, con convencimiento. Se aprecia, a pesar del nombre del libro, una profunda convicción sobre la necesidad de cambio. Juega el autor con el léxico específico del teatro para hacer ver que el momento histórico que se vive en España en ese tiempo es transitorio, que pasará, que no es definitivo. El mensaje aparece latente bajo un código destinado a burlar la férrea censura de la época:
No acaba aquí la historia.
Esto es sólo
una pequeña pausa para que descansemos.
La tensión es tan grande,
La emoción que desprende la trama es tan
intensa,
que todos,
bailarines y actores, acróbatas
y distinguido público,
agradecemos
la convencional tregua del entreacto […]
Hasta ahora hemos visto
varias escenas rápidas que preludiaban muerte,
conocemos el rostro de ciertos personajes
y sabemos
algo que incluso muchos de ellos ignoran:
el móvil
de la traición y el nombre
de quien la hizo. […]
El paralelismo entre vida / representación de la realidad sirve aquí para cargar de esperanza el futuro a la par que para señalar con el dedo a los culpables.
Por tanto, quedan apuntadas las características fundamentales de la poesía de la experiencia, o al menos de lo que se ha entendido por poesía de la experiencia en la segunda mitad del siglo pasado. Igualmente, se traza aquí la línea que fluye desde el romanticismo hasta autores muy jóvenes recogidos en la antología 10 menos 30. La ruptura interior en la poesía de la experiencia (Pretextos, 1997).
VER MÁS DE POESÍA POSTERIOR A 1936.
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Buenas noches!!
ResponderEliminarQuería decirte que he mencionado tu blog como "blog que merece la pena", una iniciativa para dar a conocer otros blogs desde el nuestro:http://elblogdelenguayliteratura.blogspot.com/2010/04/premio-vale-la-pena.html
Un saludo, y felicidades por tu trabajo.
Muchísimas gracias.
ResponderEliminarmuy bueno. Qué comentarios más acertados.
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