sábado, 20 de junio de 2009

LA POESÍA POSTERIOR A 1936




LA POESÍA POSTERIOR A 1936 .
 

1.- MIGUEL HERNÁNDEZ

-VIDA
-TRAYECTORIA
        a/ Inicios – plenitud
        b/ Guerra – cárcel

2.- TENDENCIAS DE POSGUERRA: EXILIO Y POESÍA EN ESPAÑA

-POESÍA EN EL EXILIO
-POESÍA EN ESPAÑA
        a/ Poesía arraigada
        b/ Poesía desarraigada
        c/ Otras tendencias

3.- LA POESÍA DE LOS CINCUENTA

-REALISMO SOCIAL: BLAS DE OTERO
        a/ Vida
        b/ Etapas poéticas
                1. Poesía existencial
                2. Poesía social
                3. Poesía experimental
        c/ La lengua poética de Blas de Otero
        d/ Conclusión

-LA GENERACIÓN DE 1950

4.- LOS NOVÍSIMOS

5.- ÚLTIMAS PROMOCIONES POÉTICAS

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1.- MIGUEL HERNÁNDEZ.


La Guerra Civil supuso un fuerte impacto en el panorama cultural español. Especialmente en el poético, ya que el “yo” del poeta nos va a mostrar más directamente que en otros géneros literarios el sufrimiento y el desgarro del conflicto. Entre los poetas de la época hay que destacar a Miguel Hernández, ya que no se incluye en ninguna de las generaciones establecidas a pesar de que en vida estuvo muy próximo a la Generación del 27, si bien es cierto que, por su condición de autodidacta, tuvo una formación bastante diferenciada de aquellos escritores. De todos modos, nos vemos en la obligación de aclarar que, para algunos estudiosos de la literatura de la época, Miguel Hernández es considerado un “hermano menor” o un “genial epígono” de aquellos que en 1927 rindieron homenaje a cordobés Luis de Góngora, a pesar de que por edad está más próximo a los autores emergentes en 1936. No obstante, su trayectoria poética y vital es tan rica que merece la pena dedicarle un capítulo aparte.

VIDA

Miguel Hernández nace en Orihuela, Alicante, en el seno de una familia humilde allá por el año 1910. Hasta su adolescencia trabajó como pastor, ayudando a su padre con algunas cabezas de ganado que la familia poseía, por lo que su aprendizaje fue un poco irregular y totalmente alejado de la escuela. Leía con avidez cuantos libros caían en sus manos mientras llevaba a cabo su oficio ganadero. Poco a poco comenzó a participar en las tertulias oriolanas, donde conoció a su gran amigo Ramón Sijé y a Josefina Manresa, la que poco después se convertirá en su esposa. En 1934, con veinticuatro años, Miguel se va a Madrid, donde entabla relación con los poetas del 27, especialmente con Vicente Aleixandre y el chileno Pablo Neruda, poeta residente en España en aquel momento. Empieza entonces a publicar sus poemas y a ser conocido en los circuitos literarios de la capital. Pocos años después, en 1936, y con la Guerra ya en marcha, se alista voluntariamente en el ejército republicano. Se casa, y seguidamente tiene un hijo, que muere con poco tiempo de vida. La joven pareja decide tener un segundo hijo, al que Miguel Hernández casi no conocerá, ya que es apresado por las tropas de Franco y encarcelado en Alicante, donde morirá aquejado de tuberculosis pocos años después, en 1942. Pablo Neruda había intentado convencerlo de que abandonara con él España, pero Miguel decidió permanecer aquí luchando por lo que él consideraba justo, hecho que le costó la vida.

TRAYECTORIA

Podemos dividir su obra poética en dos etapas: inicio-plenitud y guerra-cárcel. En ambas, la poesía hernandiana se encuentra en perfecto equilibrio: equilibrio entre la inspiración y la técnica; equilibrio entre las formas populares y las formas renovadoras, equilibrio entre la emoción y la contención. Los temas tratados en su poesía pueden recogerse en el siguiente trinomio: “amor, muerte, vida”.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

De toda su producción se desprende un vitalismo trágico, por encima de las vicisitudes humanas por las que pasó. En cuanto a cuestiones formales, predomina el cultivo de estrofas tradicionales (especialmente el soneto), aunque también empleó formas métricas renovadoras (verso libre, versículo, etc.).


A/ Inicios-plenitud

Después de tanteos poéticos de adolescencia, siente la necesidad de una férrea disciplina, coincidiendo con la conmemoración gongorina de 1927. Surge Perito en lunas (1934), compuesto de cuarenta y dos octavas reales (ABABABCC) en las que trata motivos huertanos a modo de apuntes e incluso adivinanzas. Desde el punto de vista formal, se advierte la huella vanguardista y de la poesía pura, ambas de moda en la época debido a los magisterios que ejercían tanto Ortega y Gasset como Juan Ramón Jiménez.
La plenitud poética será alcanzada por el alicantino con el libro El rayo que no cesa (1936), compuesto esencialmente por sonetos de gran calidad literaria. Se estructura como un cancionero amoroso, apoyado en la tradición del amor cortés y petrarquista. Recupera tres tópicos: la queja del amante, la amada esquiva y el amor como muerte, vivificados por la intensidad y la autenticidad del sentimiento del autor. La amada aparece inaccesible, distante, esquiva, y ante ella, el poeta muestra su sometimiento (“Me llamo barro…”, Me tiraste un limón…”, “Te me mueres de casta y de sencilla…”). Junto a ellos, la gran composición es la “Elegía a Ramón Sijé”, en tercetos encadenados, una de las tres mejores elegías en castellano.
Los elementos que aparecen en el panorama poético hernandiano son: cuchillo, espada, guadaña, espina, puñales (símbolos de la tortura amorosa); otros términos son huracán, vendaval, rayo, tormenta (símbolos de la pasión fatal que lo envuelve). Pero la imagen central del libro es el TORO, que simboliza las fuerzas primarias y elementales, además de mostrar el destino trágico.

B/ Guerra-cárcel

Llega la guerra y aparece Viento del pueblo (1937), iniciando una época de poesía comprometida. En este libro dominan tres tonos: la exaltación (“Vientos del pueblo), la lamentación (“Elegía a García Lorca” y “Niño yuntero”) y la imprecación (“Los cobardes”). En el libro predomina el uso de apóstrofes, revitalizados por la función apelativa y el afán didáctico de los poemas. El “yo” lírico se funde con el pueblo y se hace intérprete de sus necesidades. Su canto de esperanza y redención se difunde como la pólvora y llega a todas partes. Entre las formas métricas empleadas cabe destacar el romance, las estrofas de cuatro versos (tres alejandrinos y uno heptasílabo), las décimas, etc.
El otro libro importante es El hombre acecha (1939), en el que se percibe claramente el dolor por la tragedia bélica. Son diecinueve poemas dedicados a Pablo Neruda. Aquí, el lenguaje es más sobrio y el tono más trágico, aunque se exalta el heroísmo, el trabajo, la justicia y la libertad. Destacan los poemas dedicados a España (“Llamo al toro de España”, “Madre España”, etc.) en los que, a través de símbolos como el toro o la tierra como madre, se pretende desvela el rostro profundo de España y descubrir las fuerzas regeneradoras que la salvarán.
En la cárcel compone la mayor parte de Romancero y cancionero de ausencias (1938-1941), libro que quedó inédito por la muerte del poeta. Es un diario íntimo de los tres últimos y terribles años de su vida, con una depuración formal impresionante, basada en la desnudez y concentración formal. El “yo” social de sus libros anteriores cede la voz a un “yo” íntimo rodeado de odio y violencia, abocado a la muerte y sufriendo la cárcel y las ausencias de todo cuanto ama (su mujer, su hijo, su casa, etc.). Tal vez el poema más significativo de entonces sea “Nanas de la cebolla”.

La trayectoria de Miguel Hernández es representativa de la evolución poética de aquellos años; nadie le superó en fuerza humana, en arrebato emocional. Por ello, y por su contribución a una poesía social, abrió el camino de la poesía de posguerra. A día de hoy es considerado uno de los poetas más grandes que ha dado la literatura española del pasado s.XX.


2.- TENDENCIAS DE POSGUERRA: EXILIO Y POESÍA EN ESPAÑA.




Después de la guerra, al igual que en otros géneros literarios, se abre una brecha en la poesía española, entre quienes marcharon al exilio y quienes optaron por quedarse en España. Ambas tendencias conformarán el panorama poético español de posguerra.

A/ La lista de poetas que fueron al exilio es muy extensa, y, por lo tanto, habría que distinguir tres grupos:
  1. Poetas de la Generación de 1914 (Novecentismo): Díez Canedo, Domenchina, Moreno Villa, León Felipe, Juan Ramón Jiménez.
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  3. Poetas de la Generación de 1927: Todos, salvo Dámaso Alonso, Jorge Guillén y Vicente Aleixandre, que se quedaron, y Federico García Lorca, que murió.
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  5. Poetas inéditos: esta serie de autores apenas había comenzado su obra antes del exilio. Destacan Gil Albert y Serrano Plaja.

La temática tratada fue “la patria perdida”. Al principio evocan la lucha, las ilusiones, la derrota, y siempre desde un tono amargo. Con el tiempo, aparece la nostalgia, los recuerdos, la evocación de las lejanas tierras españolas, el ansia de volver. Junto a ello, también se ocuparán de las eternas preocupaciones humanas y de las realidades de las tierras a las que se fueron a vivir. En cuanto al estilo, no parece posible señalar afinidades suficientes, puesto que la dispersión fue muy grande, y el tratamiento muy diferente.

B/ Nuestra poesía había iniciado un proceso de rehumanización a partir de 1927, intensificándose con las dramáticas circunstancias de los años 30. En esa dirección seguirán los poetas que escriben en España tras la guerra. Una general preocupación por el ser humano como tema poético da lugar tanto a la expresión de problemas existenciales como a una visión del hombre inmerso en los problemas sociales. Por otro lado, el panorama que ahora dibujaremos coincide en gran medida con el diseñado para otros géneros literarios.

En primer lugar, revisaremos la etapa constituida por los años 40 y principio de los 50; en ella encontramos a poetas coetáneos de Miguel Hernández (los llamados “Generación del 36”). Los que se quedan en España seguirán unas tendencias que Dámaso Alonso redujo a dos: poesía desarraigada y poesía arraigada, aunque hay otras que también veremos.

  1. Poesía arraigada: Es la poesía de aquellos que se expresan “con una luminosa y reglada creencia en la organización de la realidad”. Hay un grupo de autores autodenominado “Juventud creadora”, que se organiza en torno a la revista Garcilaso, fundada en 1943. Vuelven sus ojos al poeta clásico y a otros escritores del extinto Imperio español. Estos autores han salido de la guerra con un afán optimista de claridad y de orden (la habían ganado). En cuanto a los temas, destaca un firme sentimiento religioso junto a otros de carácter más tradicional (amor, paisaje, etc.). Sus principales autores son Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Rafael Morales y Dionisio Ridruejo.
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  3. Poesía desarraigada: Para estos autores, el mundo es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla. A esta desazón dramática respondió Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso. La revista de este grupo de poetas se llama Espadaña, fundada en 1944 por Victoriano Cremer y Eugenio de Nora. Es una poesía arrebatada, de agrio tono trágico; tremendista, desazonada, que se enfrenta con un mundo deshecho y caótico, invadido por el sufrimiento y por la angustia. La religiosidad adopta un tono de desesperanza, de duda, entroncado con la línea existencialista. El estilo es bronco, directo, más sencillo y menos preocupado por la forma. Entre sus cultivadores destacan Carlos Bousoño, Ángela Figuera, Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
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  5. Otras tendencias: además de los anteriores, surgen autores inclasificables, como José Hierro y José María Valverde. En el primero se dan con el mismo rigor poético momentos de angustias existenciales y momentos de serena aceptación de la vida; el segundo muestra una honda religiosidad, nada conformista.

En una posición marginal se sitúa el “Postismo”, fundado en 1945 por Carlos Edmundo de Ory. Pretende enlazar con los olvidados movimientos de vanguardias, y reivindica la libertad expresiva, la imaginación, lo lúdico. Rechaza la angustia existencialista y se presentará como una rebeldía subjetiva y antiburguesa. Esta corriente no será valorada hasta los años 70, con la democracia (los años 40 no parecen los más idóneos para experimentos).
Un lugar especial ocupa el grupo cordobés Cántico, que mantuvo el entronque con la Generación del 27, cultivando una poesía predominantemente intimista y de gran rigor estético, cuya valoración plena no llegó hasta los 70. Sus autores, Pablo García Baena, Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente, Mario López.
Por último, Gloria Fuertes siguió una línea muy personal, puesta de manifiesto en sus Obras incompletas, aunque más conocida en su última etapa por sus poemas para niños.


3.- LA POESÍA DE LOS CINCUENTA.

 
REALISMO SOCIAL: BLAS DE OTERO



Hacia 1955 se consolida el “Realismo social”. Ese año se publican dos libros que marcan un hito: Pido la voz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos íberos, de Gabriel Celaya. Ambos poetas superan su etapa de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social. Van a encontrar el apoyo de Vicente Aleixandre, quien, en 1954, daba un giro a su obra con Historia del corazón, libro centrado en la idea de “solidaridad”.

Estas tres obras muestran un nuevo concepto de la función de la poesía en el mundo. La poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo que le rodea. El poeta se hace solidario, se convierte en el representante de los demás hombres abandonando la expresión de los problemas íntimos o existenciales, rechazando los lujos esteticistas, y rechazando la neutralidad ante las injusticias o conflictos sociales.
 
En cuanto al contenido, destaca el tema de España, más obsesivo todavía que en los “noventayochistas” y con un enfoque mucho más político (Que trata de España, de Otero; España, pasión de vida, de Nora; Dios sobre España, de Carlos Bousoño, etc.). Dentro de este realismo crítico se sitúan temas como la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor, etc. Tales temas explican las notas dominantes en el estilo. A diferencia de lo visto, por ejemplo en Juan Ramón Jiménez (dedicó sus poemas de la Segunda antolojía poética –con j- “a la minoría, siempre”), los poetas ahora se dirigen “a la mayoría”, empleando un lenguaje claro, intencionadamente prosaico y con un tono coloquial. Los grandes escritores acertarán a descubrir los valores poéticos de la lengua de todos los días. En definitiva, la preocupación por los contenidos va a ser muy superior a la preocupación por la forma. Sin embargo, y a pesar de este esfuerzo por llegar al pueblo, la poesía seguía siendo un género literario minoritario. Sería necesaria la aparición de los cantautores, años más tarde, para que conquistara una gran audiencia (Paco Ibáñez, Luis Pastor, etc.)
 
Pasamos a continuación a estudiar de manera monográfica la figura que, junto a Gabriel Celaya, mejor representa esta etapa de realismo social, BLAS DE OTERO.
 
A./ Vida.
 
Fue la suya una vida dedicada casi por completo a la poesía. Nació en Bilbao (1916) y murió en Madrid (1979). Su obra resume las etapas de nuestra poesía durante varias décadas (del “yo” al “nosotros”). Hablara en sus versos, en un primer momento, de sus problemas personales, existenciales y religiosos; después, de los problemas colectivos. Tras 1965 se advertirá en su obra la búsqueda de nuevos caminos, sin abandonar sus preocupaciones humanas y políticas. Es sensible a la necesidad de renovar el lenguaje poético y de experimentar nuevas formas de expresión.
 
B./ Etapas poéticas.
 
          1.- Poesía existencial.
 
La poesía de Blas de Otero tiene una prehistoria que no le gustaba recordar: ciertos poemas publicados en revistas en 1941 y 1943 (Cuatro poemas, y Poesías en Burgos) y un cuaderno (Cántico espiritual, 1942). Son obrillas primerizas, omitidas por el propio autor en sus antologías y notas bibliográficas. Por tanto, respetamos que su producción comience a partir de 1950.
En 1950 y 1951 aparecen dos libros, Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia, que recogen poemas compuestos entre 1945 y1950. En 1958 los fundirá en un solo volumen, Ancia, al que añadirá nuevos poemas.
 
Dámaso situó a Blas de Otero en la poesía desarraigada, etapa en la que dominaba el “yo”, con sus problemas, con su angustia existencial. En esta época el lenguaje de Blas de Otero se caracteriza por su violencia expresiva, su dramatismo, su desgarro, su extrema tensión, fuente de una asombrosa densidad estilística. Es muy original su forcejeo con el lenguaje, con vistas a conseguir efectos inesperados y nuevas dimensiones de las palabras. A ello contribuyen las influencias de los Salmos bíblicos, de Quevedo y de Unamuno. Por otro lado, predominan las formas clásicas, siendo un espléndido sonetista. Son sonetos distorsionados por encabalgamientos abruptos y cortes bruscos: de ahí su ritmo apasionado y angustioso. No menos desgarrados son sus poemas en versos libres, con una amarga ironía, muy original. Dentro de este ciclo, cabe distinguir varias direcciones temáticas:
 
  • Poesía metafísica: se interroga sobre el sentido de la existencia, del mundo, del hombre. “El hombre está solo” y se sabe “vivo y mortal”. A menudo se trata de una poesía religiosa, dirigida al Dios terrible del Antiguo Testamento: un Dios anhelado pero incomprensible, que contesta con silencio a los gritos de las personas. En el soneto “Hombre”, comenta: “luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte/ al borde del abismo, estoy clamando/ a Dios. Y su silencio, retumbando/ ahoga mi voz en el vacío inerte”.
  • Poesía amorosa: destacan poemas como “Un relámpago apenas”, “Cuerpo de la mujer…”, “Sombras le avisaron”, etc. El amor se presenta como un desesperado anhelo de realización vital, como un camino para salvarse de su intensa angustia. Se enlaza lo amoroso y lo religioso: “Cada beso que doy, como un zarpazo/ en el vacío, es carne olfateada/ de Dios, hambre de Dios, sed abrasada…”.
  • Poesía cercana al “nosotros”: con poemas como “Canto primero”, “Crecida”, “Hijos de la tierra”, “Aren en paz”, “Encuesta”, plantean el problema del sufrimiento de los demás hombres. Cantará las angustias y las miserias de los hombres; no obstante, lo social aún no se hace plenamente explícito: aparece todavía combinado con un marcado enfoque existencial.
 
        2.- Poesía social.
 
Un nuevo ciclo se inicia en 1955, con Pido la paz y la palabra. Le siguen En castellano y Que trata de España (París, 1959 y 1964, respectivamente). Con este mismo título, y el mismo año, en Cuba, recoge los tres libros en un solo volumen. Es un nuevo conjunto poético, con características comunes. Ahora el poeta aleja sus angustias, buscando una nueva “religación”: la solidaridad con los que sufren. Va a escribir: “Creo en la poesía social, a condición de que el poeta sienta estos temas con la misma sinceridad y la misma fuerza que los tradicionales”. Es una poesía centrada en España. Otero se dirige ahora “a la inmensa mayoría”, buscando un lenguaje aparentemente más sencillo, con una menor tensión poética, por el deseo de ser más accesible y contribuir así “a transformar el mundo” con la poesía.
 
        3.- Poesía experimental.
 
En sus últimas creaciones se percibe un cambio de rumbo. La producción de Otero posterior a 1965 sólo nos es conocida en parte. De Hojas de Madrid conocemos algunos poemas insertos en Mientras, libro de 1970, y otros incluidos en antologías. Publicó Historias fingidas y verdaderas (1970), conjunto de poemas en prosa. Prefiere formas métricas y lingüísticas muy libres, basadas en imágenes insólitas, en la sucesión de observaciones de sorprendente heterogeneidad y en audacias expresivas que no temen desembocar en el hermetismo. La consecuencia es un enriquecimiento de la lengua poética, muy próximo al Surrealismo. En cuanto a los temas, hay una mayor presencia de la intimidad, si bien se tiende a situar lo personal en el marco de lo colectivo.
Los poemas en prosa son un prodigio de rigor. Son “prosas de poeta”, densas, elaboradas, con características muy próximas a sus poemas de este momento.
 
 
C./ La lengua poética.
 
De la lengua poética de Blas de Otero destacan los siguientes elementos:
 
  • Abundancia de recursos fónicos: aliteraciones, juegos de sonido, etc. (Para el hombre hambreante y sepultado/ en sed, salobre son de sombra fría…).
  • Abundancia de reiteraciones, paralelismos, contrastes, etc.
  • Gusto por el léxico popular, con inclusión de palabras rústicas y de tono conversacional, al más puro estilo “noventayochista”.
  • También emplea juegos de palabras, revitalizaciones o rupturas de frases hechas.
  • Es especialmente interesante su sintaxis abrupta, que rompe el fluir de los versos, así como desajustes entre sintaxis y métrica, violentas pausas que cortan el verso, y un uso magistral del encabalgamiento.
  • Emplea préstamos literarios, modificados estratégicamente.
 
En resumen, Blas de Otero es un riguroso trabajador del lenguaje, de la forma, en permanente lucha con la palabra, siempre preocupado por sacar el máximo partido del verso. Su actitud es de contención, de búsqueda, de eliminación.
 
 
D./ Conclusión.
 
La trayectoria de Blas de Otero es muy representativa de la evolución de la poesía española desde 1939. No permaneció nunca al margen de las vicisitudes de cada momento. Su capacidad de renovación es ejemplar; también lo es la solidez con que se enfrentó con la lengua española para exprimirle insospechadas posibilidades de expresión.
 
 
LA GENERACIÓN DE 1950
 


 
Ya durante los años de auge del realismo social, se observan otros escritores que van a alternarlo con otra manera de entender la poesía, si bien es cierto que todos tienen sus raíces en la fértil tierra de este movimiento. Estamos hablando del llamado “Grupo poético de 1950”, conocidos también por nombres como “Los niños de la guerra”, ya que todos vivieron el conflicto bélico contando con muy pocos años de edad. Los más destacados: Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Claudio Rodríguez, Carlos Barral, José Manuel Caballero Bonald, Francisco Brines, Alfonso Costafreda, José Ángel Valente y José Agustín Goytisolo, fundamentalmente. No forman exactamente un grupo, pero sí tienen una serie de rasgos en común:
 
  • Preocupación fundamental por el hombre, huyendo de todo tratamiento patético.
  • Inconformismo frente al mundo, pero con un cierto escepticismo que los aleja en buena medida de la poesía social.
  • Creación y consolidación de una poesía de la experiencia personal.
  • Temas: retorno a lo íntimo (evocación nostálgica de la distancia, lo familiar, el amor y el erotismo, la amistad, etc.) y el marco cotidiano, donde pueden surgir quejas, protestas o ironías, escepticismo dolorido o una conciencia de soledad.
  • Estilo: voluntario alejamiento de los modos expresivos de las tendencias precedentes. Se rechaza tanto el “patetismo de la poesía desarraigada” y el prosaísmo de la poesía social. Cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje persona, nuevo. No les tientan las experiencias vanguardistas, sino que se quedan con un tono cálido, cordial, contrapesado por un frecuente empleo de la ironía triste.
 
 
4.- LOS NOVÍSIMOS.

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En 1970 se publica una antología de amplia repercusión: Nueve novísimos poeta españoles, de José María Castellet; en ella reúne a los siguientes autores, nacidos entre 1939 y 1948: Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Ellos no cubren todo el horizonte poético del momento, pero resultan muy representativos de una nueva sensibilidad. Son poetas nacidos después de la guerra, que han recibido una formación tradicional y estrecha, salpicada de “tebeos”, cine, discos, televisión, etc. También tuvieron acceso a libros antes difíciles de encontrar, y sus frecuentes viajes al extranjero los ponen en contacto con nuevas tendencias culturales.
 
Su bagaje cultural y literario es amplio, y sus referencias resultan significativas: Vallejo, Octavio Paz, Luis Cernuda, ciertos poetas ingleses, franceses, etc. Las notas de este movimiento cultural se podrían resumir así:
 
  • Preocupación máxima por el lenguaje y por el poema como creación autónoma.
  • Esteticismo, revitalizando lo lujoso, decadente, junto con lo lúdico. Buscan un nexo necesario con el culturalismo y el exotismo.
  • Intertextualidad de sus poemas, constituyendo una literatura de la literatura.
  • Presencia de los “mass media” como referencia cultural y fuente de mitos populares en los que inspirarse o a los cuales tergiversar. Se inspiran en el cine, la música y la canción (jazz, folk, rock…), los cómics, etc.
  • Uso frecuente de procedimientos experimentales y el recurso del “collage”.
  • Recuperación de los valores irracionales del lenguaje, en relación con la corriente surrealista.
  • En los temas, lo personal y lo público se unen. Al lado de tonos graves, también emplean la frivolidad: Marilyn Monroe se codea con el Che Guevara, Carlos Marx con Groucho Marx. Muestras su escepticismo sobre las posibilidades que tiene la poesía de cambiar la realidad.
  • En lo personal y lo político, son inconformistas y disidentes, pero persiguen metas estéticas.
  • En definitiva, nos encontramos ante un nuevo vanguardismo.
 
5.- ÚLTIMAS GENERACIONES POÉTICAS.
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Lo más característico de los últimos años es la convivencia literaria de poetas procedentes de distintas promociones, y la variada multiplicidad de tendencias que se han venido sucediendo con entera libertad, al margen de escuelas y modas.
Siguen apareciendo obras de poetas consagrados (Bousoño, Hierro, Brines) junto con la publicación de numerosos textos de los más jóvenes, que ya cuentan con abundantes antologías. La diversidad de corrientes determina que toda clasificación tenga un carácter meramente orientativo, con notoria simplificación y no pocas inexactitudes. Muchos de los poetas pueden ser incluidos en más de una tendencia, y todos son autores de una obra en curso de transformación que irá evolucionando en el futuro.
 
Nos referiremos sólo a las promociones de los años 70 y 80, ya que, por su proximidad y falta de perspectiva, los 90 resultarían, a fecha de hoy, prácticamente imposibles de etiquetar. Algunos nombres:
 
 
- Nacidos entre 1935 y 1950: Antonio Colinas, Félix Grande, Jesús Munárriz, Antonio Carvajal, Jenaro Talens, Clara Janés, Juan Luis Panero, etc.

- Nacidos después de 1950: Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, César Antonio Molina, Blanca Andreu, Ana Rosetti, Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero (en la foto), Vicente Gallego, Fanny Rubio, etc.
 
Es una lista larga, pero incompleta. La poesía de estos años es rica en cantidad y en calidad. Se hace muy difícil enunciar características comunes; los poetas renuncian a las grandes ambiciones y temas encaminados a explicar el mundo y prefieren expresar limitadas experiencias íntimas. Perduran el culturalismo, el hermetismo, el barroquismo, y se van extendiendo otras tendencias como “la poesía de la experiencia”, también conocida como “la otra sentimentalidad”. Se ha ido consumando el distanciamiento respecto a los novísimos a favor del interés por la expresión de la intimidad y por las formas métricas tradicionales, así como la admiración de muchos poetas jóvenes por algunos líricos de generaciones anteriores: Gil de Biedma, Ángel González o Claudio Rodríguez.
 
Quizá sea reseñable como la tendencia mayoritaria en las últimas dos décadas la denominada “poesía de la experiencia”. Tiene un carácter urbano y trata una temática realista, expresión del desencanto y compromiso con lo cotidiano, sin rehuir la mirada crítica o el tono coloquial. Está guiada por el magisterio de Jaime Gil de Biedma, poeta perteneciente a la “generación de 1950”, y cuenta con nombres como Andrés Trapiello, Jon Juaristi, Ana Rosetti o Felipe Benítez Reyes, aunque su centro neurálgico lo encontramos en Granada, con autores como Luis García Montero, Álvaro Salvador y el trágicamente fallecido Javier Egea.



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